Este libro no es un elogio a la impertinencia por más que lo escriba un impertinente. Es más bien, como su título pretende indicar, el diario de un impertinente a quien le gustaría llegar a ser un cristiano coherente.Cada día me veo obligado a plasmar en él, a mi pesar, una nueva salida de tono. Y si no me doy cuenta de ella ya se encargan otros de hacérmela ver. Estoy enfermo de impertinencia, de eso no cabe la menor duda; pero espero que cada vez menos.De igual modo, es mi cristianismo una extraña afección contagiosa pero aún en proceso de incubación: sé que la llevo dentro aunque no acaban de manifestarse sus síntomas; o al menos no con la virulencia que me gustaría, ni de la forma evidente que me haría más feliz a mí y a los que me rodean. Pese a todo, estoy enfermo de cristianismo, de eso tampoco cabe la menor duda; pero espero que cada vez más.Además mis dos afecciones —impertinencia y cristianismo— son contagiosas y las dos provocan quebraderos de cabeza. Luego no digas que no te lo advertí. Quien avisa no es atraidor…