Las personas se adaptan a vivir toda la vida con un lunar que tienen desde la infancia o que fue surgiendo gradualmente en una zona de la piel, al que no le dan demasiada importancia. Un día la lesión comienza a crecer, sangra con los roses de la ropa, presenta prurito intenso lo que hace que el paciente acuda a su médico, donde le informan que tiene un Melanoma. Lo que no sabe esta persona es que se trata de una enfermedad que desarrolla una historia natural caracterizada por agresividad local, metástasis ganglionar regional y a distancia y metástasis sistémica, sobre todo a pulmón, hígado y cerebro. Para lograr un impacto positivo en la morbilidad y mortalidad del Melanoma cutáneo es importante realizar una detención temprana de sus lesiones precursoras, o diagnosticar la enfermedad en estadios iniciales cuando aún se mantiene su crecimiento horizontal, una vez que comienza la fase de extensión vertical el riesgo de metástasis ganglionar, sistémica, de discapacidad y muerte se incrementan exponencialmente con el solo crecimiento de unos pocos milímetros en el espesor de la piel.