La presente obra aborda el origen histórico y la consolidación en la persona del papa de la doble condición de obispo de Roma y de la Iglesia universal. La institución, ¿tiene un origen humano o divino? O, dicho de otro modo, ¿debe ser objeto de estudio de los historiadores o de los teólogos? Los estudiosos que colaboran en este libro son conscientes de que la teología católica hace del papado una institución divina y de que su fundamento es el denominado principio petrino: el papa, en cuanto sucesor de san Pedro, desempeña una primacía jerárquica y doctrinal que lo sitúa por encima de todos los obispos. Pero es también un hecho evidente que se trata de una institución histórica. En los primeros siglos de la historia de la Iglesia, el obispo de Roma solo se diferencia de sus colegas en el episcopado por ser el obispo de la ciudad más importante, la capital del Imperio romano. ¿Cuál fue el proceso que, con el tiempo y solo muy lentamente, condujo a que los obispos de Roma fueran tomando conciencia de ser depositarios de una misión especial, de una especie de cura ecclesiae universalis, a ellos confiada en cuanto sucesores de Pedro? Pero ¿fue Pedro realmente obispo de Roma?