Este libro es una voz de protesta por todo lo que pasa en la tierra. Unas palabras que describen al desordenado mundo en que vivimos. Habla de las aberraciones sociales, de los síntomas y de la cura. Trata de una crítica a la sociedad actual, satirizada, con humor y seriedad. Basado en un velorio, representativo y estereotipado, hace un esfuerzo con valentía para decir las cosas como son. Será una lectura agradable si se lee desde la primera palabra hasta la última. De este modo, recibirá un mensaje que podrá hacerle reír alegremente, pensar profundamente o también llorar amargamente. Aunque por momentos lo parezca, no es un libro de chistes; es un asunto serio. Puede ser una advertencia para la sociedad. En términos de importancia espiritual, es una herida para la bestia apocalíptica. Un apócrifo, profético, casi bíblico, vital para el futuro, que realicé con el juramento de no utilizar ni una sola palabra soez. Al final quedará demostrado que es posible. Ha de ser gracioso, pero profundamente sentimental; a la misma vez, un alivio contra el estrés. Para recoger ideas y poder escribirlo, me dirigí al lugar más adecuado, un sitio muy peculiar. Decidí entrar en una funeraria, la sala en donde más se habla. No fui solo, sino que escogí a un ser especial con el propósito de llevar a cabo este trabajo de investigación social. El personaje que me acompaña es ese Juan del Pueblo, aquí apodado Juancho, quien a su vez, me llama Jefe, como a todos, y ésta es la historia que les voy a contar. Un tema del cual sólo nosotros dos hablamos, ahora compartido con todo aquel que quiera enterarse. Era el velorio de un delincuente, de esa forma lo llamaron los que lo conocieron: lo llamó Juancho y lo llamé yo, aunque no lo conocí. Así lo vi, lo escuché y lo escribí.