Como un mar y su distancia las cartas vienen y van. Olas y sal y palabras, encuentros y desencuentros, noches oscuras y, cada tanto, un fulgor. Nada que sucumba ante lo inmediato ni lo perentorio: acá hay que reconstruir un pasado y eso llevará el tiempo que sea necesario.Una historia de amor, podría decirse, como muchas otras, como cada una en particular; porque existen diversas maneras de abordar lo amoroso, y entonces cada argumento, cada anécdota, es diferente y lleva en su entraña la individualidad absoluta de ese vínculo. Ninguna se parece a otra: todas son únicas e irrepetibles.Durante meses los protagonistas, agonistas, agónicos personajes irán abriendo y/o cerrando sus discursos y, como si de una tela se tratara, elaborarán la textura, el cañamazo, hasta llegar al finísimo lino final… o seda, y de cortina, como ambos añoran compartir. Irán, pues, desde las hilachas de una relación aparentemente trunca (aunque nunca exiliada) a hilvanar, coser, tejer hasta rellenar esos huecos: trenzar, exorcizar, iluminar, sanarlos. Es así como el lector se entera (poco a poco, y aún a veces jugando con exquisitas contradicciones, también aparentes) de qué ha sucedido, qué ha ido sucediendo entre ellos durante los muchos años de la tanta ausencia. Y, por ende, qué ha de suceder, qué puede ocurrir de ahora en adelante.Ana Guillot (Del prólogo del libro)