Un grupo de amigos viaja al Tepozteco y cree descubrir que dentro de la montaña se han refugiado los dioses antiguos del panteón azteca. La narrativa de José Agustín posee un registro variado, que se expresa con buena fortuna y en formas diversas. Prueba de esto es La panza del Tepozteco, novela dirigida a lectores jóvenes que, sin embargo, el público adulto disfruta gozosamente. Bajo la piel de una novela de aventuras, La panza del Tepozteco indaga en torno a la pervivencia de los mitos prehispánicos mediante la mirada de seis niños citadinos –Tor, Homero, Érika, Alain, Selene y Yanira. Los personajes descubren que los dioses antiguos del panteón azteca se han refugiado en el corazón de la montaña. La presencia de los pequeños, su entrada en el santuario, desatará una lucha entre deidades: algunas, como Tona, buscarán protegerlos, mientras que otras intentarán sacrificarlos, dejando atrás las enseñanzas de Quetzalcóatl. José Agustín narra las peripecias de los niños con una enorme soltura impactante: su capacidad para expresar el mundo de los adolescentes, un mundo casi infantil, entrelazándolo por momentos con el mundo antiguo, es sorprendente.ENGLISH DESCRIPTION The Belly of Tepozteco, José Agustín’s work is wide-ranging in register, accomplished, and variegated. Proof of this is that The Belly of Tepozteco, a book meant for a young audience, can nevertheless be fully enjoyed by an adult reader. Under the guise of an adventure novel, The Belly of Tepozteco explores the continued existence of pre-Columbian myths as seen through the eyes of six city kids —Tor, Homero, Érika, Alain, Selene and Yanira. The characters discover that the gods of the old Aztec pantheon have taken refuge in the heart of the mountain, and the children’s presence and entrance into the sanctuary will unleash a war among the deities: some, like Tona, will try to protect them; others will attempt to sacrifice them, forsaking the teachings of Quetzalcóatl. José Agustín narrates the kid’s adventures with amazing ease: his ability to depict the teenage world —an almost childlike universe —and intertwine it with old traditions is wondrous.