El deseo de obtener el ansiado perdón de los pecados, alcanzar el paraíso y la felicidad eterna fue el motivo de numerosos personajes para destinar sus bienes con el objetivo que el maganino clero elevara las oraciones intercesoras ante el Altísimo y también realizara las indispensables obras de caridad que nunca había efectuado durante toda su vida. La certeza en esa creencia llevó al Dr. Marcelino Rangel a destinar su patrimonio personal para garantizar las dotes que necesariamente deberían llevar las doncellas pobres y pundonorosas de Mérida, con la finalidad de lograr sus enlaces nupciales, con cuyo sacramento se preservaban de las tentaciones que las llevaban a consumar uniones pecaminosas y deshonestas o también permanecer solteronas. Aquel cuantioso patrimonio tuvo una azarosa administración, en la cual sus tenedores cedieron a su codicia y se preocuparon más por aprovecharse del mismo que utilizar los fondos para el objetivo que había sido preestablecido por el legatario. A pesar de ello, las doncellas emeritenses que recibieron sus dotes pudieron realizar sus proyectos de vida mediante la celebración de sus matrimonios o la profesión religiosa en un convento.