El México de principios del siglo XX se enfrentó a distintos retos. El primero de ellos era el reordenamiento político para romper con la práctica antidemocrática del régimen porfiriano, caracterizado por la mala la calidad de vida de las clases populares que perdieron o que no tenía acceso a la tierra. Con su participación los campesinos convirtieron la revolución mexicana en múltiples movimientos sociales donde respondían de distinta manera al momento en el que solicitaron la tierra. Este atrevimiento fue el que mayores retos les trajo, pues en primera instancia debían enfrentar a las guardias armadas de los propietarios que tenían como propósito desarticular la organización campesina. Otro factor determinante fue el hecho de que los propietarios de la tierra figuraran también como políticos locales, aprovechando su poder e investidura para bloquear el reparto de tierras por la vía legal, institucional y extraconstitucional; aunque en ocasiones decidían afectar las propiedades de sus enemigos políticos para resolver los problemas inmediatos a través de la dotación de pequeñas extensiones de tierra de mala calidad.