Dedos, muñones, zapatos, prótesis… el mundo de Ramón Hondal está hecho de fragmentos. De objetos y piezas descuartizadas. Rotas. Difícil imaginar en su poesía la lírica de un rostro, las nubes, el solecito de las doce, la bobería romántica. En su poesía eso se arrastra, eso se quiebra, eso se corta, eso se llora, pero no con un sonsonete mullido, bajo, que apenas se escuche. No. En su poesía todo se rompe y todo se arregla. Todo se acepta. Tal y como debe ser cuando se vive en un hueco y se sale de un hueco ―übermensch de nuevo tipo; tal y como debe ser cuando tus únicos bienes son una camiseta, un ojo y una escultura de Lezama con el pitico parado. (Carlos A. Aguilera)