Cuando comencé a desenterrar estas ideas, para ararlas y laborarlas en conferencias, pensé que el título podría ser: Juan Ramón Jiménez, un dios desconocido. Con una inflexión amarga. La que me produce constatar el escaso reconocimiento popular que se le concede, en comparación a la popularidad que se le prodiga a otros poetas coetáneos, García Lorca, Machado, Alberti, Hernández, Cernuda…, quienes siempre le admiraron y hasta veneraron y que, a pesar de algunos anecdóticos conflictos interpersonales, nunca le negaron su real maestría. Habrá que aceptar que a Juan Ramón le toca, sea como privilegio o como condena, o quizás porque él mismo así lo quiso y así lo pregonó, ser el poeta de la inmensa minoría….