El agua ha permitido la subsistencia y el desarrollo de las sociedades humanas y con la evolución de la tecnología hidráulica devino el desarrollo industrial, el crecimiento demográfico y la aglomeración en centros urbanos. Dichas situaciones provocaron, además de todas las virtudes en la calidad de vida, un deterioro grave en los recursos naturales, en especial del agua, debido al uso irracional que exige la lógica de mercado en las actividades productivas de los tiempos modernos. La utilización intensiva ha generado consecuencias graves como el agotamiento de los recursos hídricos de calidad y algunos efectos asociados a cambios climáticos por la acción humana. Las soluciones en pocos casos del mundo han sido eficaces y en otros sólo devinieron como efectos paliativos a mediano plazo. Aunado a esto, las dinámicas particulares de grupos sociales y económicos y de las instituciones son divergentes entre sí, y más cuando se trata del manejo y distribución del agua; por consecuencia, devienen conflictos que fracturan las relaciones armónicas entre instituciones y entre la sociedad.