Cuarenta años duré en atreverme a publicar esta triste y desgarradora historia, cuarenta años viviendo en la tristeza, en la melancolía y la soledad, muriendo poco a poco cada día lamentándome al recordarla, tratando de olvidar, tratando de curar y cerrar mis heridas. ¡Oh!, ¡cuánto sufrí por ella y cuanto aún sufro! Dicen que el tiempo hace olvidar y cura las heridas del alma y del corazón, mas el tiempo en mí nunca cerró ni curó mis heridas, y nunca hizo que yo pudiera olvidarla, porque aún vive en mis sueños y en mi alma, y día a día la recuerdo, y al recordarla aún sangra mi corazón por ese gran amor. Nunca nadie supo de mi tristeza y de mi dolor, más que sólo Dios y mi corazón. Estimado lector, cuando termines de leer esta triste y desgarradora historia, también sangrará tu corazón.